Elecciones en Euskadi

Elecciones de rebajas y saldo en Euskadi



elecciones
Debate de candidatos en ETB. Foto: EITB.

Como si de una bruma que bajase de sus encrespados montes, la niebla en estos días de elecciones en Euskadi no deja ver nada. O más exacto sería decir que solo permite ver a todos los objetos iguales en su propio aspecto diáfano. En realidad se trata de la niebla catódica y propagandística de los partidos. El neolenguaje que diría Orwell se ha convertido en el nuevo síntoma vasco. Todo gesto y articulación, vano, neblino, parco, lleva la muleta “democrático” como especia recurso con la que salvar el gato por liebre. Si en Euskadi se levantaban las hogueras de los conflictos, los gestores que enarbolaban incendiarios discursos, ahora parecen vendedores de planta del Corte Inglés. Imposible saber quién es quién, pues leyendo lo que dice cada cual, la mímesis es de semejante perfección: de Podemos, pasando por Bildu hasta el PP. El conflicto vasco se ha visto superado por el silogismo: si Podemos es muy o tan semejante a Bildu y ambos muy parejos a PNV, lo son también ambos en templanza  al PP, y Ciudadanos comparte con este el vigor ideológico y moral del estatus quo.

Un botón entrelazado:
Podemos: Renta básica incondicional para una vida digna
Bildu: Por una renta que garantice la calidad de vida
Bildu: Por un sistema de pensiones que garantice la calidad de vida
Podemos: Blindar los derechos sociales
Bildu: Por una sociedad en que se tenga en cuenta a la juventud
Podemos: Plan de retorno de jóvenes emprendedores, observatorio de becas a jóvenes, tarjeta joven de transporte, y ley de juventud
Bildu: Porque es necesario construir la sociedad feminista
Podemos: Prioridad en el empleo a la igualdad
Dejemos a un lado que la prosodia neblinosa no permite cómo llevar a lo concreto principios por otro lado ya añejos en la barrica electoral de hace décadas. Si por la izquierda estos son los ingredientes del elixir que venden los “progresistas”, Podemos articula un programa autonomista factible al pacto.Veamos.

Un autonomismo de crema
El pastel vasco tiene una crema en su interior característica, regularmente indefinida entre sólida y líquida. La propuesta de Podemos sacada de su chistera en cuanto al modelo organizativo del territorio vasco y la comunidad hetérea que la sustenta, no puede ser menos novedosa: “alcanzar un acuerdo siguiendo el modelo de Canadá para fortalecer la capacidad de decidir”; “completar el estatuto de Gernika y acordar un nuevo estatus territorial aceptado por todas las sensibilidades”. Nada que haya propuesto Iñigo Urkullu, el más gris de los lehendakaris habidos y quizá por haber. El silogismo se cierra y consolida como la propia crema vasca: A tinta lo que propone B; C propone un pacto con B con menos tintes.
De otro lado, queda clara la propuesta meramente desarrollista donde va a llegar estatuto, fijada ya por el PNV y que ha prometido no va a transgredir bajo ningún concepto – lección aprendida del fuego que puede desatarse contra su status quo, véase operación Catalunya -. Para el PP, el camino prometido bien merece una ayuda en peregrinación. Fijadas estas coordenadas, sin que ya suponga ninguna sorpresa, en las últimas horas, Arnaldo Otegi ofrece al PNV un pacto “por el derecho a decidir” junto a Podemos.

Corrupción, qué tiempos
Los casos de corrupción agobiaban al PNV hasta hace unos meses. La mancha del caso De Miguel se extiende por toda Euskadi. Le han seguido otros – Hiriko, Purines, Alonsotegi, Kutxabank – y otros más van supurando en diversos municipios. Al albur de la publicación de los libros de Ahoztar Zelaitea, La casta Vasca, y Kutxabank: el saqueo de Euskal Herria, tanto sectores de Podemos como de EH Bildu recuperaron el interés por el entramado clientelar del PNV forjado durante 36 años de poder político, económico y policial. En esta dulce campaña de nubes de diferentes colores, ha desaparecido la palabra corrupción. Aun más llamativa es la ausencia de un debate sobre la evasión fiscal, a pesar del humillo que desprenden los llamados Papeles de Panamá, que, como ha dejado demostrado el mismo Ahoztar Zelaieta, permiten bosquejar un conglomerado de vascos de alta y media alcurnia. Evadida la alusión a la corrupción en hilo tempore, la campaña vasca se ha convertido en un paseo por la campiña para el PNV. Sus amenazas políticas no perfilan más horizonte que pactar con él.

La helegía del unísono
Los holdings mediáticos están encantados con esta armonía de simpleza a la que han llegado las ofertas políticas de los partidos. Sin un relato de la corrupción urbanística, política y económica en Euskadi, – que es todo una junto a la opacidad judicial -, aún es más difícil elaborar un por qué de la misma. No están al parecer sus huestes ni para estos ni otros menesteres. Como en una especie de paradoja a lo Tocqueville, parece a primera vista que cuanto más fracasa la democracia, de más democracia se habla, se presume y teoriza. En Euskadi ni siquiera eso. Y es lógico, siguiendo al Tocqueville que léi en segundo de carrera hace 23 años, es el propio proceso el que solo sale reforzado, a costa del ejercicio de los derechos que de él debieran derivarse. No en vano, estas elecciones, y sus prospecciones, evidencian que el propio proceso democrático y su deriva se están llevando buena parte de la adhesión entusiasta en Bildu – casi primera fuerza en 2011 – y en Podemos Elkarrekin. Los partidos acaban pagando su particular Bastilla mientras siguen los tres estados a los que aseguraban combatir.

[Hincapié aldizkari digitaletik hartua]

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