Argelaga # 2 (revista / aldizkaria)


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#2 – juny 2013.


1. Editorial

Conscientes de la naturaleza de las fuerzas que perturban la civilización industrial, rechazamos enérgicamente los principios en que se basan: el progreso, el desarrollo, el monopolio de la fuerza y el deseo manipulado. No creemos en las reformas, más bien esperamos que las contradicciones de dicha civilización den lugar a un movimiento subversivo, capaz de crear una nueva sociedad desindustrializada partiendo de sus ruinas.
La industrialización total, la generalización del trabajo asalariado y la jerarquización –el desarrollo de las fuerzas productivas y del Estado– como remedio a las desigualdades sociales, no han sido más que una ilusión y una falacia. La industrialización y el empleo remunerado no han dejado de progresar en toda clase de gobiernos. Incluso la dirección de los Estados ha pasado y sigue pasando por manos socialistas, comunistas o populistas, sin que la opresión social disminuya, aunque vaya disfrazada de «bienestar» o de «socialismo». Es más, a las viejas servidumbres se han añadido nuevas: la humanidad, es obligada a vivir cada vez más en precario en un territorio devastado vigilados por un aparato represor.
En tal contexto, la revolución no es una locomotora de la historia, sino un freno de emergencia que interrumpe su curso para evitar la catástrofe. Al actual modelo social basado en la concentración de recursos, personas y capitales en grandes agregados urbanos dirigidos por una clase político-financiera han de oponérsele formas de vida igualitarias no capitalistas, pequeñas unidades agrícolas y artesanales dispersas por el territorio y en equilibrio con él. No se trataría empero de una vuelta al campo espontánea, de un simple proceso de desurbanización, sino de un regreso a la ciudad, es decir, al espacio autogobernado y descapitalizado donde la libertad y la historia tuvieron su origen.
El combate social presenta pues dos aspectos diferenciados: por un lado, es una defensa del territorio y una reconstrucción de la comunidad campesina autogestionada que lo hizo habitable; por el otro, una lucha urbana que en nombre de la Razón reivindica el derecho a la ciudad, al ágora y a la barricada, frente a los dirigentes y expertos tecnócratas de la megalópolis-empresa que invocan al Progreso, a la democracia partitocrática y al Mercado. Dicho combate ha de propulsarse en una sociedad anómica, uniforme y anquilosada, donde no existen estructuras ciudadanas ni agrarias propiamente dichas, sino un magma urbano indiferenciado parasitando un territorio suburbanizado. Las formas de convivencia que alberga son rígidas y vacías, descompuestas y sin aliento, propias de individuos solitarios, fragmentados y desarraigados, apocados y asociales.
No es de extrañar entonces que en los medios contestatarios circule, bien un narcisismo seudorrebelde, o bien una pose nihilista, que pretenden sentar cátedra sobre qué es el «anarquismo», cuando ellos mismos no dejan de ser un mero reflejo del individualismo en el que desemboca la decepción con el anarquismo orgánico. En una perspectiva apocalíptica, tal individualismo se transforma en un activismo «violentista» más que violento, previsible y desnortado. En una perspectiva derrotista nos sitúa en el camino de la pasividad ilustrada o peor, en el del oportunismo. La acción revolucionaria no equivale ni a la violencia, ni a la teoría; no es intrínsecamente agresiva, ni tampoco estéticamente contemplativa. No persigue en exclusiva la elaboración de un corpus teórico, que a modo de resplandeciente revelación descubriera a los habitantes del planeta la verdad indiscutible ante la que se debieran postrar. Tampoco depende de una obsesiva gimnasia del enfrentamiento, que pasando a un consabido «ataque» despertaría en las masas sometidas un cierto gusto por la comunidad y la libertad.
Si bien es verdad que no puede hablarse de revolución sin contenido ni conflicto, sin proyecto ni estrategia de lucha, hoy por hoy las bases del cambio revolucionario reposan en el trabajo laborioso de formación y relación, que garantice el funcionamiento asambleario y horizontal de la resistencia organizada –que consolide la democracia directa como herramienta de gestión y transformación social– y, a la vez, en la batalla por las ideas que prepare el cambio de mentalidad necesario –de forma que los combates concretos no sean contemplados solamente en su inmediatez. Como las Tesis sobre Feuerbach indicaron: «No basta que el pensamiento pugne por abrirse paso en la realidad; es necesario que la realidad misma se esfuerce por abrirse paso en el pensamiento.»
Pues bien, en cuanto al escenario de la resistencia, hemos pasado de un mar de ruralidad con enclaves urbanos, a un océano urbanizado con enclaves rurales, con todas las consecuencias. La acumulación de capitales se apoya más que nunca en la transformación del territorio, dividido en zonas densamente pobladas y en grandes áreas de reserva o de vertido. Eso significa que la cuestión social se vuelve, por encima de todo, deserción del estilo de vida capitalista y defensa del territorio. La defensa tiene dos vertientes, la positiva y la negativa. La primera trata de establecer modos de segregación práctica; intenta rescatar el modo de vida campesino partiendo de lo local, reconstruir la sociedad civil mediante ocupación y colectivización de tierras y viviendas, redes de producción y consumo autogestionadas y no monetarizadas, tecnologías alternativas, uso de energías renovables a pequeña escala… En general, abriendo vías de cooperación directas entre los resistentes urbanos y los rurales, puesto que también pretende, aunque vaya más despacio, reconstituir la vida ciudadana apoyándose en esa cooperación solidaria, gracias a la recuperación de espacios públicos, a la creación de huertos urbanos y talleres artesanales, a la celebración de asambleas de barrio… La autodefensa se da tanto en el campo como en la urbe.
Ahora bien, la intención que subyace en toda defensa es parar golpes, golpes que se ven venir. Pero si únicamente se empleara en pararlos, sin tratar de devolverlos, la resistencia sería algo tan absurdo como una batalla donde la pasividad prevaleciese. Clausewitz, el teórico de la guerra dijo: «La defensiva no es más que una forma ventajosa de guerra, por medio de la cual se desea procurar la victoria para poder, con ayuda de la preponderancia adquirida, pasar al ataque, es decir a un objeto positivo». Y ahí entra en juego la vertiente negativa, la lucha contra el proceso urbanizador y la construcción de grandes infraestructuras, el sabotaje de los cultivos industriales, la movilización contra las centrales nucleares y las eólicas industriales, la oposición al autoritarismo y al control social, el frente contra la mercantilización del consumo, del ocio y de la cultura, y, en definitiva, las escaramuzas por la desestabilización del modelo desarrollista.
Los dos aspectos, el convivencial y el combativo son necesarios, pero han de marchar unidos. Si se separasen, las reglas del mercado integrarían las experiencias creativas y el juego político disolvería los antagonismos sociales. Se construiría en el aire, se lucharía para nada.

2. Contenidos

Energías renovables y transición energética (mensaje dirigido a los antifracking)

La técnica de fracturación hidráulica encarna como ninguna otra la desastrosa huida hacia delante del capitalismo mundializado. Lejos de lo que pregonan sus promotores en Cataluña, Burgos, Cantabria o Euskal Herría, en Estados Unidos, donde llevan más de diez años de ventaja en esta particular carrera, la población no está cabalgando ni mucho menos a lomos de ningún «boom» del gas natural gracias al fracking. El precio de este recurso fluctúa constantemente y cuando sube, cada vez que se inyecta más gas no convencional en el global, la demanda se hunde y los precios bajan. Según el New York Times, las empresas que se dedican a estas explotaciones perdieron 10.000 millones de dólares en 2012, con pérdidas aún más importantes entre 2010 y 2011. A pesar de la buena nueva difundida por BNK España-Trofagás, HEYCO Energy Group/Petrichor Euskadi, R2 Energy (Montero Energy Corporation SL), la Sociedad de Hidrocarburos de Euskadi (SHESA) o algún que otro idiota con carnet de político, la fracturación hidráulica ni es rentable ni favorece la autosuficiencia energética de ninguna comunidad. El problema radica en que la producción de cada pozo decae a un ritmo muy rápido. El gas de pizarras es muy disperso y de difícil extracción, lo que obliga a excavar más y más pozos que cada vez producen menos.
Guy Michel, perteneciente al medio libertario de Béziers, en Francia, se dirige en este artículo a los antifracking. Cuestiona las llamadas energías renovables y la transición energética como alternativa a la presente crisis multifactorial: energética y territorial antes que financiera.

Diálogos a propósito de Notre-Dame-des-Landes (ZAD)

El texto de Patrick Drevet y Venant Brisset en forma de diálogo penetra incisivamente en la realidad de la lucha contra el aeropuerto de Nantes gracias a un recurso formal que permite exponer casi pedagógicamente la dialéctica entre lo concreto y lo general de un conflicto ejemplar. Su confección es fruto de un esfuerzo común, sin que ninguno de los autores encarne en exclusiva un rol concreto, sea el de la visión «de cerca», o la «de lejos». La defensa de la zad es el mayor y más ilustrativo conflicto antidesarrollista del momento, recogiendo el testigo de la campaña italiana no-tav, cuyo frente mayor está en Val di Susa.
Patrick tuvo relación con la Alliance contre toutes les nuisances y con otras experiencias efímeras. Brisset formó parte de la Alliance y de otros colectivos como el Comité d´action de Serre la Fare, Les Amis de La Ramade, el Comité de soutien à René Riesel y la publicación In Extremis (bulletin de liaison anti-industrielle).

Declaración a los poderosos de aquí y de otros lugares…

Cartel pegado a raíz de la convocatoria «¡Siembra tu ZAD!» del 13 de abril, llamando a cultivar los terrenos como respuesta a los desalojos y amenazas policiales. El paralelismo con los Diggers no puede ser más pertinente. Aunque medien tres siglos y medio de distancia la ocupación de tierras para su cultivo colectivo sigue siendo un arma necesaria para el cambio radical de la sociedad de la destrucción y el despilfarro.

Pobles vius, pobles combatius! Retazos de un año de lucha contra la Alta Tensión (primera parte)

Resumen de un texto aún mayor que está por publicarse. El artículo es a la vez un testimonio y un análisis exhaustivo de la lucha contra la construcción de la Línea de Alta Tensión Juan Urrutia-Alcoy a su paso por el Valle de Albaida, en el sur de la provincia de Valencia, que rebasó los límites de oposición ciudadanista y dio lugar a un movimiento realmente popular. El organismo coordinador, la Plataforma Contra la Alta Tensión, es analizado de principio a fin en todos los detalles de su recorrido a fin de extraer el máximo de enseñanzas. Estamos ante un documento importante por el ejemplo que da, pues rara vez las luchas van acompañadas de esfuerzos reflexivos a la altura de las circunstancias.

Euskal Herria 2013, repensándonos en movimento

Artículo de Juantxo Estebaranz acerca del papel condicionante del soberanismo en la escena social vasca y de las dificultades en sostener un discurso alternativo no determinado por éste. Destacaríamos la propuesta de comedores escolares como práctica a ser tenida en cuenta, muy relacionada con los huertos urbanos, la agroecología y la alimentación sana. El autor es sobradamente conocido en los ambientes radicales, en sus múltiples facetas de editor, investigador, conferenciante y analista. Sus trabajos sobre los comandos autónomos y el anarquismo vasco son meritorios, así como su labor editorial en Muturreko burutazioak y en la revista Resquicios. A su pluma se deben libros importantes para comprender momentos cruciales de la época como Tropicales Radicales y Los Pulsos de la Intransigencia, así como numerosos artículos aparecidos en publicaciones alternativas y libertarias.

La fertilitat dels horts urbans comunitaris

Una somera aproximación a una práctica de lucha urbana que no se encasilla en una estrategia de subsistencia primaria, sino que al construir un nuevo espacio de trabajo, encuentro y discusión cobra una dimensión política y social inesperada.
Etnocidio en las nuevas fronteras de los hidrocarburos. El avance de la frontera petrolera amenaza a los pueblos en aislamiento voluntario del Perú
El trabajo de Marc Gavaldà, de los colectivos Repsol Mata y Alerta Amazónica, versa sobre la opción del aislamiento por parte de comunidades indígenas como estrategia de resistencia frente a la agresión de la sociedad de clases. Los intereses económicos se muestran imparables y la prospección de petróleo conduce al etnocidio, a menos que la sociedad civil reaccione y lo detenga plantando cara a las multinacionales petroleras y a los gobiernos que obedecen sus dictados.

Entrevista relativa a la cooperación internacional para el desarrollo

Si hay algo peor que el llamado «desarrollo» es la «ayuda al desarrollo». Mediante tales auxilios, los países de capitalismo pleno que constituyen el «Norte» facilitan la liquidación de formas locales de capitalismo y restos precapitalistas en los países del «Sur», lo que aboca a una parte considerable de su población a la precariedad y la pobreza, empujándola a emigrar a las periferias míseras de las metrópolis. La constitución del mercado mundial disimulada apenas tras la susodicha «cooperación» significa la desarticulación completa de la sociedad campesina y la formación de un ejército internacional de reserva de mano de obra dispuesto a alimentar la esclavitud asalariada.

Meditación sobre una ruina anunciada. La Ciudad del Medio Ambiente de Soria

En cualquier rincón de la sociedad el desarrollismo capitalista expone planes de arrase que anuncian, a veces con demasiada antelación, sus intenciones transformadoras. Incluso cuando su conclusión ha abortado o se ha ralentizado, los resultados son horribles. Muestran visiblemente todo lo que el desarrollismo ya era en esencia.
Diez tesis sobre Chernóbil. Mensaje amistoso al Sexto congreso internacional de Médicos por el impedimento de una guerra nuclear
La publicación de algún texto clásico, máxime si es inédito, difícil de encontrar o mal traducido, resulta siempre de interés. Después de la catástrofe de Fukushima la opción nuclear ante la crisis energética parece menos creíble, aunque los poderes que dirigen la sociedad hacia el desastre general no la han descartado en absoluto. Por el momento su rentabilidad dudosa es su mayor enemigo, pero todo depende de los desequilibrios del mercado del petróleo y del gas ante una demanda que no puedan colmar. Las tesis de Günther Anders señalan ese otro aspecto de la energía nuclear, el militar, al que se halla ligada la transformación totalitaria del poder, complemento político de la sociedad desarrollista avanzada.

Actualidad de Gustav Landauer

José Ardillo, que acaba de publicar su segunda novela crítica con la idea de progreso, titulada La repoblación (Brulot ed., 2013), recuerda a otro clásico olvidado, Landauer, que vale la pena tener presente. Su preocupación por la preparación positiva de la revolución para acometer «el día de después» con una alternativa clara, ya prevista y probada, no tiene parangón en ningún otro autor libertario. En nuestra perspectiva antidesarrollista su lectura es provechosa e incluso inspiradora. En el proceso revolucionario la destrucción es necesaria, pero no más que la reconstrucción sobre otras bases. La negación o se vuelve creación o reproduce lo caduco

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